2/8/07

Deja Vù

La primera vez que vi esta imagen tenía 7 años. La foto era parte de uno de esos souvenir para colgar llaves que estaba en una pared de la cocina de mi casa en Concepción, justo debajo del interruptor de la luz. Decía “Portugal” con letras negras. Volví a ver esta imagen muchos años después, en vivo y en directo, caminando una tarde por Lisboa. Pensé que era un deja vù, hasta que tiempo después, ya de regreso en Chile, viajé al sur a visitar a mis padres. Otra ciudad, otra casa, pero ahí estaba, atiborrada de llaves en una pared de la cocina.

26/7/07

Globo perdido


Evan Lane, Flickr


24/7/07

Buscando el solcito

“Marchnwe”, en Flickr.

22/7/07

Siempre que llovió, paró

Sabio concepto para aplicar en la vida.
Foto de Catalina Mol.

16/7/07

Veterinario

Consultorio ubicado en la Calle 5ta. Poniente de la ciudad de Tapachula, Chiapas, Sur de México.

14/7/07

La vida es cambio

Esta mañana leí algo con sentido. Me recordó una larga charla por mail que sostuve hace unos días con una amiga. Lo escribió la antropóloga Patricia May, columnista de varios medios nacionales.

“El miedo es una de los estados sicológicos más frecuentes en las personas. Miedo al futuro, a los otros, al cambio climático, a quedar sin trabajo, a enfermarse, a ser abandonado, a emprender nuevos desafíos, a la muerte de nosotros o nuestros seres amados. O sea, miedo a la vida como es, impredecible.

Muchos construyen sus vidas desde el miedo, tomando decisiones y eligiendo caminos para que nada les ocurra; sin embargo, esto se convierte en una tortura, porque la vida con su fuerza creativa e impredecible se nos cuela por todos los costados y nos toca donde menos lo esperábamos. Las vidas construidas desde el temor son chatas, sombrías, apretadas. Más que fundarse en la alegría de ser y crear, se centran en el temor a los riesgos que inevitablemente conlleva el vivir.

Alegría y dolor, tiempos estables e inestables, claridad y confusión, nacimiento y muerte, logro y frustración, son inevitables. ¿Por qué, entonces, vivir tomando caminos que nos eviten el vivir?, ¿para qué educar a los niños en sistemas que los hacen infelices con la tensión y la sobreexigencia si ello no asegura felicidad a futuro?, ¿para qué elegir profesiones que no son nuestro camino de realización personal para asegurar una posición económica?

Tomar decisiones o caminos por miedo es vivir en la utopía de que mantendremos las cosas controladas y de que el dolor o la inestabilidad no nos tocarán; sin embargo, no hay forma de controlar la mayor parte de los acontecimientos, no es posible tener la vida amarrada; muchas veces las cosas no se desarrollarán de acuerdo con lo esperado y el tiempo nos irá trayendo, inevitablemente, sorpresas.

Ante esto sólo nos queda la actitud de apretarnos más y más, o simplemente soltar y entregarse a una actitud de confianza total en la vida.

No la pequeña confianza que tiene que ver con que todo resulte de acuerdo con nuestras expectativas, sino la confianza con mayúscula, la confianza incondicional que responde a un diseño, a un bien mayor que nuestra conciencia no alcanza a comprender, pero nos lleva a intuir que todo tiene un sentido, que aún lo que nos disgusta o nos duele está allí generando evolución, expansión, aprendizaje.

Esta confianza radical nos lleva a vivir abandonando las expectativas y deseos obsesivos y nos abre a la posibilidad de entregarnos alegremente al momento, a disfrutar de lo que está dándose y a caminar emprendiendo aquello que nuestra alma nos impulsa a realizar sin estancarnos o detenernos por los temores a los resultados o a los cambios.

La confianza radical implica dejar de rechazar los momentos de crisis, cambio, confusión o dolor como algo malo y simplemente permitir que estos nos traigan su regalo. La vida plena y con sentido es para los valientes, para los que se atreven a abrir caminos, a cambiar, a esforzarse por expresar la vocación personal, aun cuando nadie nos pueda asegurar que todo resultará perfecto.

¿Qué hubiera sido de la historia si Beethoven, o Van Gogh, o Mandela, o Gandhi hubieran dejado su vocación por vivir vidas seguras y protegidas?

Para la pequeña visión puede incluso parecer que fracasaron; sin embargo, desde la visión del alma dieron a luz a su ser, confiando completamente en su impulso interior”.

7/7/07

Robben Island: La isla de Mandela

El 2004 conocí Robben Island, la pequeña isla ubicada frente a la costa de Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Allí vivió durante 18 años Nelson Mandela, recluido en una miserable celda de 2 metros por 2 metros 30. Al llegar a esta antigua prisión y leprosario, un gran arco recibe a los visitantes con las insólitas frases "Welcome", "We serve with pride", y "Welkom" y "Ons diem met trots", es decir, "Bienvenidos" y "Servimos con orgullo" en inglés y afrikaans, la lengua de los descendientes de los primeros colonos holandeses. Bajo ese mismo arco gris pasaron en los sesentas cientos de prisioneros políticos, condenados por el entonces invencible gobierno del apartheid. Esta es su historia, por Mario Vargas Llosa:

Cuando, en el invierno de 1964, Nelson Mandela desembarcó en Robben Island para cumplir su condena de trabajos forzados a perpetuidad, aquella isla llevaba a cuestas más de tres siglos de horror. Los holandeses primero, luego los británicos, habían confinado allí a los negros reacios a la dominación colonial, a la vez que la utilizaban también como leprosorio, manicomio y cárcel para delincuentes comunes.

Las corrientes que la circundaban y los tiburones daban cuenta de los temerarios que intentaban escapar de ella a nado. Cuando se estableció la Unión Sudafricana, el gobierno dejó de enviar a Robben Island a locos y leprosos; desde entonces, fue únicamente prisión de forajidos y rebeldes políticos. Hasta algunos años antes de que Mandela ingresara al penal, el gobierno del apartheid, que se inició en 1948 con la victoria electoral del Partido Nacional de Hendrik Verwoerd, tenía mezclados a presos comunes y políticos, a fin de que aquéllos atormentaran a éstos. Esa política cesó cuando las autoridades advirtieron que la cohabitación permitía el adoctrinamiento de muchos ladrones, asesinos o vagos, que, de pronto, pasaban a secundar a una de las dos principales fuerzas de la resistencia: el Congreso Nacional Africano (ANC) y el Congreso Pan Africano (PAC).

Pero, aunque comunes y políticos se hallaban separados, dentro de estos últimos había también una rígida división, cuando Mandela llegó; los dirigentes considerados de alta peligrosidad, como era su caso, iban a la llamada Sección B, donde la vigilancia era más estricta y a los múltiples padecimientos se añadía el de vivir casi en permanente soledad. Su celda, la número cinco, que ocupó durante los dieciocho años que estuvo en la isla -de los veintisiete que pasó en prisión- tiene dos metros por dos metros treinta, y tres de altura: parece un nicho, el cubil de una fiera, antes que un aposento humano. Las gruesas paredes de cemento aseguran que sea un horno en verano y una heladera en invierno. Por la única ventanita enrejada se divisa un patio cercado por una muralla en la que, en los tiempos de Mandela, se paseaban guardias armados. Éstos eran todos blancos y, la inmensa mayoría, afrikaans, así como los penados de Robben Island eran todos negros.

Los presos de raza blanca tenían cárceles separadas, y lo mismo los mestizos de origen indio o asiático, llamados Coloured por el sistema. El apartheid era algo mucho más profundo que una segregación racial. Dictaminaba una compleja escala en el grado de humanidad de las personas, en la que, a la raza blanca correspondía el tope, al negro el mínimo, y a los híbridos cuotas mayores o menores de coeficiente humano según los porcentajes de blancura que detentara el individuo.

El sistema carcelario sudafricano determinaba un régimen diferente de alimento, vestido, trabajo y castigos para el penado según la coloración de su piel. Así, en tanto que el mulato o el hindú tenían derecho a la Dieta D, que incluía pan, vegetales y café, los negros, merecedores de la Dieta F, estaban privados de esos tres ingredientes y debían sustentarse sólo con potajes de maíz. Incluso en las dosis de los alimentos que compartían la discriminación era inflexible: un coloured recibía dos onzas y media de azúcar por día y un negro apenas dos. Los mestizos dormían sobre un colchón y los africanos en esteras de paja; aquellos se abrigaban con tres frazadas; éstos, con dos.


Mandela aceptó sin protestar estas diferencias en lo que concernía a la alimentación y a la cama, pero, en cambio, con la manera respetuosa que siempre lució y que nunca dejó de aconsejar a sus compañeros que emplearan con las autoridades del penal, anunció a éstas que no se pondría los calzones cortos que el régimen prescribía para los presos de raza negra (con propósitos humillantes, pues era el uniforme de los domésticos de color en las casas de los blancos). De nada valieron amenazas, sevicias, el aislamiento total y otros castigos feroces, como el del cuadrado, que consistía en permanecer inmóvil, horas de horas, dentro de un pequeño rectángulo, hasta perder el sentido, una de las torturas que más suicidios provocó entre la población carcelaria. Al final, los presos políticos de Robben Island recibieron los pantalones largos que hasta entonces sólo correspondían a blancos y mestizos.

La jornada comenzaba a las cinco y media de la mañana. El penado tenía derecho a salir de su celda por unos minutos a vaciar el balde de excrementos y a asearse en un lavador común; aunque estaba prohibido cruzar palabra con el vecino, en aquellos momentos compartidos en la madrugada con los compañeros de la Sección B eran posible, a veces, rápidos diálogos, o por lo menos, una comunicación silenciosa, corporal y visual, que levantaba el ánimo. Después del primer potaje de maíz del día, los presos salían al patio, donde, sentados en el suelo, muy separados unos de otros y en silencio, picaban volúmenes de piedra caliza con una pequeña pica y un martillo de metal. A media mañana y a media tarde tenían derecho a un reposo de media hora, para dar vueltas al patio y desentumecer las piernas. Recibían otros dos potajes, uno al mediodía y otro a las cuatro de la tarde, en que eran encerrados en las celdas hasta el día siguiente. El foco de luz de cada cubil permanecía encendido las veinticuatro horas.

Los presos políticos tenían derecho a recibir una visita de media hora cada seis meses, siempre que no estuvieran sufriendo un castigo. Aquella se llevaba a cabo en una habitación en que penados y visitantes se hallaban separados por una pared de vidrio con pequeños orificios, en presencia de dos guardas armados que tenían obligación de interrumpir la conversación en el instante mismo en que ella se apartara del tema familiar y rozara la actualidad o asuntos políticos. Podían también escribir y recibir dos veces al año una carta que, antes, pasaba por una rigurosa censura que tachaba todas las frases que estimaba sospechosas, capaces de esconder algún mensaje político.

Esta rutina enloquecedora, orientada a destruir la humanidad del penado, a embrutecerlo y privarlo de reflejos vitales, de la más elemental esperanza, no consiguió su objetivo en el caso de Nelson Mandela. Por el contrario, el testimonio de sus amigos del ANC y de los adversarios del PAC, que compartieron con él los años de Robben Island, es contundente: cuando, a los nueve años de estar sometido a semejante régimen, éste se atenuó, y pudo, por fin, estudiar -se graduó de abogado por correspondencia en la Universidad de Londres-, cultivar un pequeño jardín y alternar con los otros presos políticos de la isla durante las horas de trabajo común en la cantera de piedra caliza situada a media milla del penal y en los recreos, se había vuelto un hombre más sereno y profundo de lo que era antes de entrar a la cárcel. Y adquirido una lucidez y sabiduría políticas que fueron determinantes para que su autoridad se impusiera primero sobre sus compañeros de Robben Island, luego sobre el Congreso Nacional Africano y, finalmente, sobre el país entero, al extremo -casi cómico- de que día, en Sudáfrica, uno oye por doquier a los blancos, afrikaans, ingleses o de otros ancestros europeos, lamentarse de la decisión de Mandela de no presentarse en las próximas elecciones y haber cedido la presidencia del ANC a Thabo Mbeki.

En efecto, lo extraordinario de lo ocurrido con Mandela en su primera década en Robben Island, en que estuvo inmerso en ese sistema infernal, no es que no perdiera la razón, ni la voluntad de vivir, ni sus ideales políticos. Es que, en esos años de espanto, en vez de impregnarse de odio y de rencor, llegara al convencimiento de que la única manera sensata de resolver el problema de África del Sur era una negociación pacífica con el gobierno racista del apartheid, una estrategia encaminada a persuadir a la comunidad blanca del país -ese 12% de la población que explotaba y discriminaba sin misericordia desde hacía siglos al 88% restante- de que el cese del sistema discriminatorio y la democratización política no significaría, en modo alguno, lo que temían, el caos y las represalias, sino el inicio de una era de armonía y cooperación entre los surafricanos de las diversas razas y culturas.Esta idea generosa había guiado al ANC en sus remotos orígenes, cuando apenas una junta de notables negros empeñados en demostrar por todos los medios, a los blancos racistas, que las gentes de color no eran los bárbaros que creían, pero, a comienzos de los sesenta, cuando la ferocidad de la represión alcanzó extremos vertiginosos, la teoría de la acción violenta ganó, incluso, al trío dirigente más moderado del African National Congress: Mandela, Sisulu y Tambo. Aunque siempre rechazaron las tesis del PAC, de África para los africanos y de echar a los blancos al mar, ellos crearon, dentro del ANC, el grupo activista Umknonto we Siswe, encargado de sabotajes y acciones armadas y enviaron a jóvenes africanos a recibir entrenamiento guerrillero a Cuba, china Popular, Corea del Norte y Alemania Oriental.

Cuando Mandela llegó a Robben Island como el penado 466/64, la idea de que el apartheid sólo cesaría mediante la fuerza, jamás a través del diálogo y la persuasión, estaba firmemente arraigada en la mayoría africana. ¿Y quien se hubiera atrevido, en ese momento de apogeo del Partido Nacional y de desenfreno de sus políticas racistas, a contradecirla? Nelson Mandela se atrevió. Lo hizo desde la terrible soledad de esa cueva donde estaba condenado a pasar el resto de sus días, desarrollando, en la segunda década de su encierro, prodigios de habilidad táctica, convenciendo, primero, a sus propios compañeros de partido, a los comunistas, a los liberales, y, en la tercera década de prisión, cuando sus condiciones mejoraron y pudo comunicarse ya con el exterior, a los propios afrikaans del gobierno, exhortándolos a abrir el diálogo y a llegar a un acuerdo que asegurara a Sudáfrica un futuro de sociedad libre y multirracial. Le costó veinte años más de esfuerzos, enfrentar con una voluntad de hierro indecibles obstáculos, pero, al final, lo consiguió, y terminó -mientras aún seguía sirviendo su condena perpetua- tomando té civilizadamente con los dos últimos presidentes del apartheid: Botha y Klerk. Ahora es el Presidente electo y universalmente respetado por blancos, negros, indios y mulatos, del más próspero y democrático país que haya conocido en su larga y tristísima historia el continente africano.

Por eso, si usted llega a ese país, no se contente con recorrer las pulcras ciudades sudafricanas que parecen recién lavadas y planchadas; ni sus playas espectaculares, ni sus refinados viñedos, ni sus grandes bosques donde leones, elefantes, leopardos y jirafas se pasean en libertad, ni se limite -para medir toda la injusticia que aún falta por remediar- a recorrer las barriadas negras, como la de Soweto, que, a pesar de su pobreza, arden de energía y creatividad. Vaya, sobre todo, a Robben Island, ese pedazo de tierra que se divisa desde los malecones de Cape Town, pardo y borroso en los bellos crepúsculos, en medio del mar. Porque uno de los más prodigiosos y esperanzadores acontecimientos históricos de este fin de siglo se gestó allí, en un calabozo inhumano, gracias a la inteligencia y a la grandeza de espíritu del más respetable político vivo de nuestro tiempo. (Mario Vargas Llosa. El País de España).

5/7/07

Aurora Boreal

Una aurora boreal se produce cuando una eyección de masa solar choca con los polos norte y sur de la magnetosfera terrestre, produciendo una luz difusa pero predominante proyectada en la ionosfera terrestre. Se llama “aurora boreal” cuando se observa este fenómeno en el hemisferio norte -comunmente entre septiembre y octubre- y “aurora austral” cuando ocurre en el hemisferio sur. No hay diferencias entre ellas.
"Aurora" es el nombre de la diosa romana del amanecer, y "boreas" significa "viento" en griego.

Bellísimas fotos en http://www.scientific.hickerphoto.com/aurora-borealis-scientific.htm

23/6/07

Eli y Rapa Nui

Este relato es de autoría de una querida amiga en su viaje al ombligo del mundo. El dibujo también es suyo. Esta cabra es una artista disfrazada de abogada. No me envió el título, pero creo que "Eli y Rapa Nui" resume bien. Muchas gracias por la colaboración Eli.

"Nieves vio tantas cosas hermosas concentradas en un lugar tan pequeño y aislado, que ahora tiene dificultades para unirlas todas en su mente. (Es el alzheimer… que se acerca chiquilla a pasos agigantados, por eso para combatirlo se escriben estas líneas...)
La isla es un triángulo y desde un lugar de allí se puede ver el mar que lo rodea, Nieves quiso ir, no alcanzó, pero cree que fue para mejor y así no enterarse que todo alrededor, es agua, aunque vivió un año en una islita en Petén, ésa no es isla, al lado de ésta que es una Doña isla, precisamente por no ser muy grande, y por estar tan lejos y en medio del mundo y rodeada de pura agua salada y…. si le permiten a Nieves una infidencia, dicen que ciertos cetáceos de dientes grandes han degustado algún cachete isleño, pero la verdad es que Nieves no vio nada….
Supo también que el aeropuerto cruza a la isla de un lado al otro, sí sí, tal como leen, y por lo tanto los aviones llegan dependiendo de donde pegue el viento y todos saben en Rapa Nui, si el mentado avión llega o no llega si se atrasa o si llega otro avión como los charter, para esto la mamá de Lilian tiene un oído espectacular, sabe exactamente si el avión llegó o no, con una naturalidad que ni siquiera Lili cuestiona, si la mamá dice llegó o salió es porque así no más ocurrió. La verdad que Nieves haciendo memoria de sus estadías en Barillas y en Petén en Guatemala, ambos lugares aislados, también recordó que ella veía llegar o partir los aviones y hasta sabía de qué líneas aéreas eran. (cosas de isleños)
De las cosas hermosas que vio Nieves recuerda…la luna llena reflejada en el mar
Un volcán que es el espejo del cielo.
Una playa que asusta, pero le gusta… dos revolcadas le dio el mar de Ovahe a Nieves, para saber hasta donde ella se podía meter…
Dos ventanas que miran al mar, por las que Nieves se asomó y en las cuales le tiritaron las cañuelitas…. Así que la sonrisa fue para disimular el nervio, no no la verdad es que sólo quería que la pellizcaran para darse cuenta que todo era real".

12/6/07

Sobre gustos, nada escrito

En China, cualquier lugar y cualquier hora es oportuna para comer, y a la vez, casi todo es comestible. Lo que sea, se corta en pequeños trozos, se sazona con salsa agridulce o soya, se dispone sobre la mesa junto a varios otros platos de similares características, y se acompaña de sopa, arroz y té. Como en todo el mundo, cada región tiene su comida típica, aunque a lo largo de todo el país observamos la predilección por las proteínas, como en esta feria de Suzhou, donde las culebras para el almuerzo se vendían como pan caliente.

5/6/07

Chiloé


Mi abuelo Federico aseguraba haber visto al Trauco y al Caleuche. Al Trauco, se lo encontró de joven, caminando por un espeso bosque de su Chiloé natal. Era bajo, maciso y muy feo, y el hedor que expelía podía olerse a metros de distancia. Mi abuelo lo saludó quitándose el sombrero, como se acostumbraba en esos años. El hombrecito lo miró con aburrimiento y siguió su camino, perdiéndose entre los árboles. Al Caleuche lo divisó un par de años después, paseando una noche de luna llena por la playa. Lo sedujo el brillo de las luces y la música que llegaba desde el mar, pero enseguida recordó la leyenda del barco embrujado que había escuchado de niño y corrió a ocultarse tras una roca, para evitar que los tripulantes mancos y cojos del navío fantasma se lo llevaran a alta mar para siempre. Mi abuelo Federico vivía con nosotros en Concepción, pero cada cierto tiempo sentía el llamado de su tierra. Podía adivinar su nostalgia cuando a media mañana nos llamaba secretamente a la cocina para darnos un vaso de leche y pan tostado con ajo y orégano. Luego armaba su maleta y desaparecía. Regresaba meses después con sus viejos ojos azules llenos de vida y una bolsa de galletas de chuño, las que saboreábamos frente a la chimenea escuchando sus historias durante tardes enteras.

4/6/07

Bang! Esta noche morireis

Lo siguiente ocurrió una noche en Madrid y lo recuerdo como una de las cosas más raras que he visto viajando.
Volvíamos de una juerga con mis compañeros, eran las 5 de la mañana y nos detuvimos en una plaza. Estábamos justo al centro, sentados en el borde de una pileta de agua, descansando espalda con espalda, hombro con cabeza, y uno que otro a secas sobre el cemento.
De pronto, a unos 5 metros de distancia, apareció un hombre alto, delgado y muy pálido. Nos observó fijamente. Luego, sacó un revólver pequeño de su chaqueta, lo agarró con las dos manos y con los brazos estirados nos apuntó lentamente, uno a uno, directo a las cabezas, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda y de izquierda a derecha otra vez. “Bang! esta noche moriréis tíos”, anunció fuerte y pausado, como en una obra de teatro.
Lo miramos en total silencio, sintiendo los latidos de nuestros corazones al mismo tiempo. Acto seguido, el hombre pálido guardó el revólver en su lugar, miró la hora en su reloj, se subió el cuello de la chaqueta y se largó por donde había llegado.

1/6/07

Abrazos gratis en Barcelona

No sé cómo se postean los videos, pero puedes verlo haciendo click sobre el título de arriba.

30/5/07

El baobab del Principito

El baobab llega a medir hasta 25 metros del altura y 12 de diámetro en su tronco. Puede almacenar hasta 120 mil litros de agua y por eso siempre está verde, aún con sequía. Se cree que es originario de Madagascar, donde existen casi 6 especies. Algunos tienen 3 mil años, y hasta hoy, es un árbol sagrado en Nigeria y Senegal. Al enorme ejemplar de esta fotografía lo abracé (algo) una vez en Sudáfrica.



Cada nuevo día, me aportaba algún otro dato acerca del planeta, la partida, el viaje. Durante el tercer día me enteré del drama de los baobabs.Fue gracias al cordero, pues el principito me preguntó inquieto, como invadido por una gran duda:
-¿Es cierto que los corderos comen arbustos?
-Sí, claro. Comen arbustos.
-¡Ah! ¡Qué alegría me da saberlo!
No me era posible comprender por qué era ello tan importante para el hombrecito. Pero el principito agregó:
-De modo que comen también baobabs, ¿verdad?
Recordé al principito que los baobabs no son simples arbustos, sino grandes árboles y que aún llevando consigo una tropilla de elefantes, no acabarían con un sólo baobab". (Antoine de Saint-Exupéry).

29/5/07

Foto Viajera


Interesante web con miles de fotografías bien

27/5/07

Hooligan forever

En Antigua conocí a un inglés avecindado ahí hace 7 años. No recuerdo su nombre, pero lo bauticé “Hooligan” por su afición al fútbol, su chaqueta de cuero negra, su cabeza rapada llena de cicatrices, sus ojos azules y su voz ronca de tabaco. Tenía un amigo piloto de aviones y una tienda de motos, donde los tres pasábamos las tardes conversando de nuestras vidas. Por las noches, Hooligan pasaba a buscarme a mi hotel en su moto y nos íbamos a algún bar a beber ron, a charlar en espanglish y a cantar canciones tristes hasta la madrugada. Por esos días ambos sufríamos terribles penas de amor.
Una noche, en un bar repleto de gente llamado Sky, Hooligan fue al burtlitzer, sacó un quetzal de su bolsillo y puso “Nikita”, la ochentera tonada de Elton John. Me imagino que la canción estaba de moda, pues en ese momento todos los parroquianos pararon de hablar, levantaron sus copas y comenzaron a cantar a coro: “Hey Nikita is it cold... in your little corner of the world...” Entonces Hooligan volvió a la barra donde yo me sumergía en mi cuarto mojito, aspiró una bocanada de su pipa de chocolate y me dijo: “tú crees que el amor es una mierda, pero cuando tu corazón vuelva a latir, te estaré esperando. Si no vienes, te recordaré con esta canción hasta el último de mis días”. Luego terminó la música y todos volvieron a sus conversaciones, incluidos nosotros y el piloto que venía llegando de Tikal. Horas más tarde continué viaje a Chichicastenango, y días después regresé a Santiago a resolver mi vida. Nunca más volví a Guatemala, pero cada vez que escucho Nikita en algún lugar, me detengo, compruebo el estado de mis latidos, sonrío y recuerdo a Hooligan, forever.

24/5/07

Chichi Postmoderno



















En el Departamento de Quiché, en las alturas de Guatemala, está Chichicastenango, cuyo nombre significa “lugar de chichicastes" o “de zarzas”.

Chichi es famoso por su bullante mercado, donde cada domingo los indígenas se reúnen a intercambiar productos y a vender artesanías a los turistas, razón por la cual algunos llaman a este lugar “Gringotenango”.

La feria es una fiesta de colores, olores y voces. Para olvidar a los gringos, basta detenerse un minuto a escuchar los susurros de los más de 20 dialectos que se hablan en el país, sentir el olor de las verduras, las frutas y la comida frita, y observar los vigorosos colores de los bellos huipiles que aún visten las mujeres, los que varían su diseño según la región de la cual provengan.

En un costado del mercado se ubica la iglesia de Santo Tomás, construida por los españoles sobre un antiguo templo maya. Las gradas de acceso de la arquitectura hispánica fueron rechazadas por los locales, siendo reemplazadas por grandes escalinatas de piedra que representan los 20 días del mes del calendario maya. Allí, bajo el sol de la mañana, se instalan los chamanes y los líderes religiosos, quienes balancean lentamente sus incensarios y pronuncian palabras mágicas para honrar a sus ancestros, muchos de los cuales están sepultados bajo estos santuarios.

Al interior de la iglesia, entre imágenes de santos católicos y confesionarios vacíos, los mayas del siglo 21 se desplazan por el pasillo principal perpetrando sus rituales, pidiendo por la salud, el amor y el dinero, quemando inciensos y escupiendo coca cola sobre caminos de velas blancas.

23/5/07

Chang, el taxista tartamudo

Se llamaba Chang, sonreía todo el tiempo y era tartamudo. Pese a trabajar desde hace casi 10 años en las afueras de un hotel en Beijing, sólo sabía decir en inglés “okey”, palabra que repetía alargadamente y con una animada entonación yankee cada vez que llegábamos a destino. No sé cómo, pero siempre llegábamos.

22/5/07

El vuelo del Dragón

El culto al dragón en China no es un tema menor. Para una apremiada población de mil 300 millones de habitantes, el dragón es símbolo de abundancia, buena suerte y prosperidad. Así lo constaté en Cantón, en el extremo sur del país, conversando sobre los 12 animales del zodiaco chino con nuestra guía, quien me tomó automáticamente de las manos al enterarse de que yo era dragón de fuego.

Sin embargo, la muestra más sublime de la profunda superstición china la presencié en Hong Kong, una de las islas más modernas de Asia. En la colina circundante a una pequeña playa artificial de arenas muy blancas, se levantaba un original edificio. Era alto, como todos los edificios de esta sobrepoblada ex colonia inglesa, pero a diferencia de los demás, cuyo metraje horizontal es mínimo, éste era ancho y con un enorme hueco justo al centro, a la altura de la mitad del edificio. Esta característica le daba una forma de arco cuadrado, pero con departamentos también en la base.

Pregunté la razón de este inusitado desperdicio de espacio. Me contaron entonces que desde hace siglos habita en esa colina un enorme dragón dorado que acostumbra a volar sobre la bahía en las noches de luna llena. Pero con el curso de los años, las edificaciones que se fueron levantando en el lugar comenzaron a recluirlo cada vez más, obstruyéndole el acceso al mar. Para evitar su temible furia de dragón, decidieron construir ese excéntrico edificio, cuya enorme cavidad al centro permite el libre vuelo del dragón desde la colina hacia la bahía color plata de Hong Kong.

En Tránsito


Hace tiempo que quería hacer un blog. La idea surgió una tarde, viendo mis cuadernos de viajes y mis fotos.
Este blog no pretende ser mucho más que un libro abierto de las cosas simples que he visto viajando. Cada viaje es una historia, y cada historia un viaje. Se llama En Tránsito, porque así es como me siento la mayor parte del tiempo. Al final del día, al final del amor y al final de la fiesta, nuestro hogar somos nosotros mismos, en el lugar del mundo en el que nos encontremos.
Espero que lo disfruten y compartan también aquí sus propias historias.